martes, 15 de marzo de 2011

La obsolescencia programada del trabajador.....¿o del individuo?

Individuo sin cara, sin sexo, sin identidad, sin alma...futuro reflejo de cada uno de nosotros?
Mendigamos un trabajo, un empleo, un hueco en este sistema social que se va desprendiendo del sobrante. Es decir, de las personas.
El imperio de una lógica económica con un principio de acción que se fundamenta en la acumulación de capital como un fin en sí mismo condiciona nuestra existencia y nos despoja de nuestra esencia humana, convirtiéndonos en pilas, más o menos sofisticadas, pero simples y anónimas pilas.
Evidentemente esto no siempre ha sido así, el capital, antes de convertirse en el ser divino actual, en el Poder, era un instrumento, un medio. Sin embargo, como diría McLuhan, el medio es el mensaje, y al adoptar esa tecnología económica optamos por una forma de vida.


Me pregunto si queda algún trabajador, ya que a menudo tengo la impresión de que, en cierto modo, nos hemos convertido todos en capitalistas, pues cada uno, en la medidad de nuestras posibilidades, compartimos ese fin de la acumulación. El capital se ha convertido también en nuestro oscuro objeto de deseo y la lucha por encontrar un sitio en el mercado-mundo en la razón de nuestra existencia.
Hay entonces una confusión, una identificación respecto al motor de la acción que dificulta la reacción. En otras palabras, la competencia constante con los demás individuos por colocar nuestro producto (nosotros mismos) se siente como la forma natural de existir, a la par que percibimos ese mercado-mundo como único entorno posible.
La lógica de la acumulación de capital exige que TODO se transforme en mercancía. Incluso el lenguaje recoge el testigo y hablamos y analizamos fenómenos sociales en base a categorías como capital social, capital simbólico, capital cultural, capital....
¿Dónde queda entonces el Hombre?
Y..¿cómo es posible que participemos de todo esto?
Algunos autores como Inglehart o Beck nos hablan de la creciente individualización que se advierte en la sociedad postmoderna. Pero, ¿no podría ser esto una consecuencia más que una causa?
Sigamos jugando y vayamos un poco más allá: ¿a qué podría deberse este proceso?
Vamos a adentrarnos por la senda que propone que dicho proceso es una estrategia deliberada de "divide y vencerás". De manera que, desde el punto de vista del asalariado-desempleado-excluido-hombre normal y corriente...., el trabajo abandona su característica de cohesión social para devenir en estrategias individuales de supervivencia dentro de ese mercado-mundo.

Desde esta perspectiva, ya no podemos hablar de la tradicional dicotomía trabajadores-empresarios, pues un espíritu indolente, oportunista e insolidario se ha instalado en el alma del trabajador y , junto a otros factores, ha contribuido a eliminar la identidad de clase trabajadora.
Ya no hay conflicto social, ni lucha por unos derechos (que por su naturaleza necesitan de un colectivo), tan sólo queda la competencia.
Pero, seguimos sin responder a la pregunta de cómo ha podido ocurrir esto.

Mi propuesta es la siguiente: el capital nos compró el alma con abalorios. Vaya, que entró en juego el Consumo.
Cuando el señor Henry Ford puso en marcha su política de incrementar los salarios tenía la intención de asegurar la salida de sus productos, pues lo realmente complicado no es producir, si no vender: fomentar los deseos, crear necesidades... o controlar todo el abastecimiento. No es extraño que en esa misma época surgiera la publicidad, esa fábrica de sueños que se cuela en nuestra intimidad para convencernos de que la Belleza y la Felicidad se alcanzan con las posesiones.
Y entonces..., la rueda de la producción-consumo comenzó a girar en un movimiento uniformemente acelerado hasta nuestros días y los hábitos de consumo se configuraron como un elemento importante en la organización de la estructura de clases.

Llegó el reino de la apariencia: apariencia de lujo, de modernez, de sofisticación, de democracia, de felicidad... y de libertad, pues deslumbrados ante el brillo del oro falso creímos a pies juntillas que libertad significaba poder elegir entre 20 clases de yogures diferentes. Con esta diversificación nos sentimos únicos y especiales, la "diferencia" frente al resto se convirtió en un valor en alza... Y, deslumbrados, nos olvidamos de preguntarnos si queríamos o no comernos un yogur.
Pero, el título de esta reflexión es La obsolescencia programada del trabajador...¿o del individuo?
En el paisaje descrito el trabajador/individuo es necesario por su cualidad de consumidor, hablamos todavía de una economía de base material, donde la principal fuente de riqueza económica provenía de operaciones de compraventa de bienes y servicios. Sin embargo, actualmente, la economía está perdiendo su naturaleza material para tornarse en inmaterial, pues ya en el 2002 se movían sesenta veces más recursos en operaciones de puro carácter especulativo: el capital se autogenera en los mercados financieros.
¿Sigue siendo entonces necesario el trabajador que consume (individuo) o más bien se está transformando en un obstáculo al que hay que mantener y con el que repartir un pedacito de tarta?
Cosicas....
http://www.youtube.com/watch?v=fsAGpw5uwDU&feature=related

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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