Siempre me ha llamado la atención la comunicación, ese doble proceso consciente e inconsciente con el que empaquetamos lo que pensamos, lo que sentimos, lo que somos, y lo exteriorizamos.
Muy a menudo nos hacemos un lío, se mezclan los datos lógicos y racionales (el lenguaje, la palabra y sus significados); junto con lo percibido, ese enorme caudal de información recibido a tr
avés de los sentidos.
Poco a poco, el sistema lógico del lenguaje de las palabras ha ido tomando un papel protagonista en la comunicación, en detrimento del lenguaje no verbal. De manera que más veces de las deseadas, se da una disonancia cognitiva entre lo que se dice/decimos; entre lo que se hace/hacemos; y entre lo que percibimos. Dando lugar a un todo, algo incoherente, que no sabemos cómo gestionar.
Cada vez que pienso en esto, me acuerdo de un cuento de I. Assimov en el que un robot moría bloqueado por no saber qué demonios hacer con tantos datos contradictorios.
Nosotros, los "humanos", no morimos, pero nos desubicamos y nos perdemos en terrenos confusos. Lógica y percepción habitan en países diferentes.
Desde pequeños se nos introduce al mundo a través del imperio de la lógica, desde el reino de la palabra. ¿Por qué sucederá así? Una de las explicaciones que encuentro es que en ese terreno creado por el ser humano, el de la palabra, se produce una falsa sensación de seguridad y control. "Todo" queda categorizado, nombrado, aparentemente controlado.
Y así, nacemos en la percepción, crecemos en la palabra y un día nos despertamos sin entender nada.
Confusión y mezcla de canales que dificultan la traducción del mundo que tenemos a nuestro alrededor.
