martes, 23 de febrero de 2010

El ser y el deber ser

Hace una tarde estupenda. Invita al despiste y a no hacer nada de lo que se debe, de modo que, como esta mañana ya he trabajado suficiente, me tomo la tarde "libre" y me dispongo a escribir y pensar un rato, con un café y My way sonando de fondo. Un momento feliz.

Cuando descubrí el ser y el deber ser, del señor Kant, me parecieron dos categorías fantásticas, dos categorías intensivas y excluyentes desde las que se puede empezar a pensar en el mundo. En mi opinión, nos resulta más fácil identificar lo que debe ser que el ser. Es más sencillo actuar conforme a un imaginario colectivo que pararse a dilucidar qué es lo que está sucediendo en realidad.

Desde la perspectiva de la libertad no sé si tengo del todo claro qué categoría habría que escoger para satisfacerla. Así, a grosso modo y pensándolo rápido, diría que personalmente prefiero el ser.

Ambas categorías son deterministas, pero creo que el ser es más congruente con un cierto bienestar individual, que está más relacionado con la autenticidad, y eso siempre me resulta liberador. Sin embargo, el deber ser lo concibo como una obligación, como una imposición de hacia dónde dirigir mi comportamiento y mi existencia basada en el ideal de un colectivo.

Evidentemente somos seres sociales y formamos parte de dicho colectivo, pero hasta qué punto participamos de la construcción de ese ideal y más importante aún, ¿nos hace felices?, ¿responde a nuestras inquietudes, a nuestras necesidades, a nuestros intereses...?, ¿es posible no compartirlo?.

viernes, 19 de febrero de 2010

La felicidad (1ª parte)


Me gusta la pregunta "¿Para qué?".La razón última que nos mueve.

Personalmente, cuando trato de contestarla, me muevo entre el notengoniidea y la búsqueda de felicidad, de "gustito", en mi terminología.He de reconocer que la mayoría de las veces lo único que motiva mis acciones es la inercia (por cierto, muy interesante concepto para explicar/abordar muchas dinámicas), pero eso no es relevante en este momento. Hoy, lo que me ocupa es la búsqueda de felicidad.

Para ello, siendo evidente que soy incapaz de encontrar un concepto teórico que me satisfaga, y siendo yo misma el único sujeto sobre el que experimentar, he decidido observar y hacer un repaso de aquellos momentos o actividades que me proporcionan felicidad, intentando ver si, a partir de ellos, puedo encontrar alguna que otra categoría.

Me he encontrado con que experimento fundamentalmente cuatro tipos diferentes de gustito. Si hacemos una gradación de menor a mayor complejidad o dificultad tanto del fenómeno, como de su experiencia, quedaría algo así:

- El primer tipo de felicidad sería la que experimento con la realización de alguna tarea física o material. Es ese tipo de sensación en la que nos sumergimos en una actividad y realmente nos concentramos y disfrutamos de ella, sin más objetivo que la acción misma. Por ejemplo, soy feliz cuando cepillo a Ulises y le limpio despacio entre sus deditos. Soy feliz cuando cocino, al echar los garbanzos en la ollla y ver cómo se van cociendo.

- El segundo tipo de felicidad estaría muy relacionada, incluso de una forma dialéctica podría decirse, con el primer tipo descrito. Sería la felicidad derivada de la contemplación de la belleza. A diferencia del tipo anterior, en el que hay una cierta participación activa, en este tipo, la participación no es tan significativa o incluso está reducida a la mera contemplación en sentido estricto. Serían esas sensaciones placenteras y embriagadoras que se sienten al escuchar una canción, las olas del mar o el silencio. Esa dulce tranquilidad desde la que te paras a mirar el sol o unos ojos. Ese gustito que te da el leer un pensamiento hermoso o acertadamente escrito. Es la estética elevada a su función primordial, la de proporcionar placer.

- Y sigamos con esa progresión dialéctica...el tercer tipo de felicidad es aquél que se experimenta en los momentos en que nos encontramos. Es decir, el momento en que por un breve periodo de tiempo tenemos la sensación de estar en el universo, de formar parte de él. Ese momento en que trascendemos de la mera contemplación y pasamos a ser parte del cuadro. Cuando sentimos una cierta conexión con todo lo que nos rodea, como si por un instante fuésemos capaces de ver, de sentir, la energía que conforma todo. Son esas veces en las que en medio de la naturaleza, por ejemplo, no te sientes un extraño: sientes el aire, tocas la arena, las flores, el agua y la observas en toda su grandiosidad, y te comunicas, te conectas con el exterior.

- El último tipo de felicidad que experimento es aquel derivado de la conexión directa con otro individuo de mi especie. Digo directa porque requiere de la presencia física del otro, a diferencia del segundo tipo que hemos visto, en el que se da una conexión con otro individuo pero mediada, a través de sus creaciones.

Ocupa el último lugar en esta gradación ascendente, porque experimento esta sensación placentera cuando comparto con alguien alguno de los tipos de felicidad antes descritos, o cuando el objeto de contemplación y acción es el otro sujeto en sí mismo. En mi opinión, este tipo de felicidad/conectividad compartida es el más difícil de experimentar y a la vez, el más deseado. (Quizás esté sometido a esa ley que dice que a mayor escasez de un bien, mayor deseabilidad del mismo). Creo que normalmente se tiende a identificar con eso que llamamos amor, y con ello, entra en ese tipo de conceptualización cultural que lo acaba desvirtuando.

En el caso de mi sujeto de estudio, yo misma, jeje, experimento este tipo de felicidad cuando me río con otro sujeto, con esa risa que sale de dentro y muchas veces está ligada al absurdo.También cuando comparto algún tipo de actividad. En este punto es interesante observar que, cuando dicha actividad es de carácter físico y en contacto con la naturaleza, el placer es de mayor intensidad o más fácilmente alcanzable que si dicha actividad se concreta en el terreno de lo intelectual.

Asimismo, cuando digo que el objeto de contemplación y acción es el otro sujeto en sí mismo, me refiero a aquellas veces en las que al hacer el amor el cuerpo del otro se convierte en todo un territorio a explorar, en las que se unen la búsqueda de placer físico, la contemplación de algo hermoso y esa conexión en la que el universo se concentra en ese momento y ese espacio.

Una conclusión posible sería que la felicidad se encuentra más allá del yo. Es necesaria una relación directa o indirecta con otro objeto/sujeto. Así como que la felicidad puede ser directamente porporcional al grado de conexión o integración.

Por otra parte, la felicidad está hecha de momentos en los que el tiempo no existe. No hay una progresión de una actividad, hay un mero disfrute en un especie de stand by de nuestra rutina. La inclusión del elemento tiempo rompe por completo la perfección del disfrute. Ello no quiere decir que estos momentos hayan de ser prolongados, no tienen porqué, podemos fijarnos en cuánto duran un atardecer, una sonrisa o un beso y la felicicidad que nos proporcionan.Yendo más allá, diría incluso que cualquier elemento de constricción: tiempo, uso, norma, hábito, prejuicio, nombre....opera en contra de la felicidad.

Cuando me siento feliz, me siento libre, me siento yo.

Continuará....

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