lunes, 8 de junio de 2009

Escribir por escribir

Me siento aquí delante, sé que necesito escribir, aunque no sé exactamente el qué. Bien, probemos.

Me pregunto qué quiero. Y me parece dificilísimo contestar a esa pregunta, pues no se trata de querer viajar, plantar tomates, vivir en el campo o en la ciudad, dedicarme a subir el Himalaya, tener unos hijos maravillosos...
No....qué quiero? Lo primero que me viene a la cabeza es sentirme viva, quiero sentirme viva. Pero esto dicho así es una absoluta y auténtica gilipollez, porque qué coño es para mí sentirme viva? En qué momentos vivo?
Normalmente Vivo sola, vivo cuando soy honesta conmigo misma, cuando hay una coherencia entre lo que siento y lo que hago. Y también, he aprendido a sentirme parte de un todo y disfrutar increíblemente del mundo que me rodea. Vivo cuando juego, cuando no pierdo de vista lo pequeñita e intrascendente y poco importante que soy, y a la vez soy consciente de que, a pesar de todo ello, soy única. Vivo cuando consigo olvidarme de lo que debo ser, de lo que debo hacer, porque eso son ideas de otros que a mí no me valen. Vivo cuando me escucho a mí misma y me atrevo a ser sincera delante del espejo. Vivo cuando me pregunto porqué. Vivo cuando sonrío con los ojos y las pocas veces que lloro. Vivo cuando me apasiono y cuando estoy tranquila....
Si tantas cosas me hacen sentir viva, qué demonios pasa? 
Esta mañana hablaba con A de mi concepto de hogar. Para mí, hogar es el tiempo y el espacio que no dedicamos a procurarnos alimento y refugio y en el que me siento yo misma, el tiempo y el espacio en el que soy única. Es decir, donde puedo sentirme Viva.
Cuando elegimos compartir ese tiempo y ese espacio con alguien pensamos, depende de lo que le hayamos dao al coco, que hay cierta afinidad, cierto tiempo y espacio que coinciden y que claro, se amplía la posibilidad de juego al ser dos. 
Otras veces, compartimos la posibilidad de crear un espacio y un tiempo conjunto ad hoc.
Pongamos una metáfora. En el primer caso, dos críos inquietos se juntan y van llevando juegos que comparten. Un día juegan al parchís, un día se tiran al suelo e imaginan ser una piedra mirando el sol, otro día juegan al fútbol, otro a las muñecas, otro se dedican a ver el verde, otro día hacen una excursión, otro día imitan, otro día juega uno solo porque al otro le duele la barriga o no le gusta jugar a las canicas, otro día A juega a ser B y B juega a ser A... No se ciñen a nada, sólo juegan.
Me asomo al segundo caso y veo a dos críos jugando la mar de entretenidos. Vuelvo pasada una semana y siguen jugando al mismo juego, ya no dan tantos gritos, ni se ríen tanto. Pasado un mes, siguen jugando pero ya no se ríen.


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