martes, 26 de agosto de 2008

Cuento de Sam


Un día se despertó y fue consciente. Se moría.
Sintió la finitud de su vida, la certidumbre de su muerte y se sintió vivo, más vivo que nunca.
¿Cómo podía no haberse dado cuenta hasta ese momento? ¿Qué demonios había estado haciendo?
Era una sensación extraña....excitante, liberadora, incluso prometedora.
Me muero, se dijo. Y me muero yo, no se muere mi mujer, ni mi hijo, ni mi madre, ni mi jefe....me muero yo.
Y ante esa certeza comenzó a pensar con increíble claridad. Si mi muerte es mía y sólo mía, ¿por qué mi vida pertenece a otros?

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