domingo, 8 de mayo de 2011

El refu

Me gustaría pasar la noche del viernes en la casita de abajo, en mi refu, hacerme unos spaguettis con ajo, guindilla y mucho parmesano y comérmelos tranquilamente mientras veo un capítulo de Sherlock Holmes.
Compré la casita, el refu, hace unos años. No me lo pensé dos veces, dije que sí nada más entrar y sentir que la gente que había vivido allí había sido feliz.
¿Seguirá sintiéndose lo mismo si alguien extraño entrase ahora?
Es una casa pequeña, de unos 50 m2, pero para mí era (y es) un palacio, mi palacio. La pinté toda de blanco, paredes, ventanas, los muebles de la cocina y puse geranios de colores en las ventanas. Aunque luego, por cierto estado de gilipollez y ganas de agradar, los quité.
Y dejé de ver flores a través del cristal.
Hace un tiempo estoy volviendo al refu poco a poco.
Cuando compramos los pisos de arriba, que estaban unidos y eran más grandes y más modernos, el refu, a pesar de estar el desván, se llenó de cajas y de trastos. Casi como una metáfora de una parte de mí.
A pesar de lo importante que era para mí, nunca encontraba tiempo de ordenarlo, limpiarlo y seguir construyéndolo. Digo esto, porque cuando era pequeña, leí la casa de los espíritus y me fascinó la idea de ir construyendo una casa a lo largo de la vida como hacia Clara.
Nunca he querido una casa para enseñar...., deseo, necesito..., mi casa, un hogar, con su olor, sus rincones, con esa ventana que no cierra bien y esas barandillas viejas que quedan la mar de chulas cuando las pintas.
Poco a poco estoy volviendo al refu.
El otro día, entes de irme de viaje, lo ordené y le pegué por fin una buena limpieza. Encontré una buena excusa: a Ulises le gusta estar allí, creo que se encuentra más seguro... mira que es listo el jodío.
Allí también están todos mis libros (tengo que encontrarles un hueco a los del desván) y los echo de menos. Echo de menos pasarme la tarde leyendo hasta que casi te quedas ciego porque hace rato que se escondió el sol.

Leer es un ritual sagrado, necesito mi tiempo, mi espacio..... El nirvana del leer es para mí después de comer, en esas horillas relajadas, con un café con leche a mano, la música que el libro haya escogido (porque cada libro tiene su preferida), silencio y tiempo....

Y a viajar......
Un buen libro te atrapa, cada vez que lo abres se vuelve tu mundo, el alrededor desaparece...
Y tú te vas... , te vas a la cocina de una casa de pueblo del Piamonte, a una lavandería de Shinjuku o a la biblioteca de una abadía de hace seis siglos.
Es increíble..... sientes el frío, el hambre, los besos, los olores de un cocido, lloras, ríes..... Echas de menos a los que viven en esas páginas y que son ya tus amigos. Cuando estás llegando al final lees más despacio, retrasas la despedida, no la quieres, te gustaría seguir sabiendo cómo reconstruye Yambo su memoria,
.... ¿Qué pasará el día que cierres el libro? ¿....Seguirán viviendo las historias en los libros cerrados?
A veces pienso que sí.
Y pasado el tiempo vuelvo a buscar a unos y a otros y me susurran cosas diferentes a lo que me dijeron hace unos años. Envejecen. Pasa el tiempo y cambiamos, los que viven en los libros y yo.

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